lunes, 3 de agosto de 2009

“Un lado te hará crecer
Y el otro te achicará”
La Oruga a Alicia

Hace seis años las elecciones no nos encontraron ni unidos ni dominados; nos encontraron en lo que los empiristas de la política llaman fragmentados, corriendo detrás de propuestas mitigadoras de algún problema aún no detectado que luchaban por obtener el primer lugar en la marquesina francesa del teatro político.
Néstor Kirchner perdió, pero ganó. Porque aquel que se comparaba con Ramsés II lo dejó solo en tiempos en los que quedarse solo era tan tentador como delicioso. Apuntalado con un síganme ahora renovado en un ayúdenme, en sólo dos años logró lo que usualmente logran todos los recién llegados: afianzar su posición y revolcar a la oposición en la arena electoral haciéndose con el premio mayor que entrega el presidencialismo. Contando así con una abrumadora y disciplinada mayoría legislativa, nos unimos tras un proyecto que nos condenaba al éxito que le corresponde a todo proyecto que entiende que mitigar es solucionar.
Unidos, caminamos detrás de los derechos humanos, del pago de la deuda, del enrolamiento en el club de los chavistas anónimos, de la movilización social, de la redistribución de la riqueza y de otras falacias mitigadoras que mediatizaron la delegación de facultades, la manipulación histórica, el hipergarantismo, las prebendas en forma de ATN y herramientas varias, que hicieron las veces de pata de palo para ayudarlo, para ayudarnos y así dejar hacer y dejar pasar con la complicidad de nuestro silencio legitimador.
Y llegó el tiempo en el que teníamos que decidir. Miramos nuestra obra, vimos que era buena y dijimos que sea pingüina. La llamamos Presidenta. No elegimos esta vez el proyecto, solo elegimos profundizar las falacias. Y los falacios.
Poco tiempo tuvo que pasar para que las rosas sin espinas que adornaron el camino hacia la rosada en aquella asunción se convirtieran en un yuyo y las carteras comenzaran a confeccionarse con los cueros de las vacas flacas. Llegó ese dia en que la pampa húmeda se secó. Y pronta a expirar suspiró. Y ese lánguido suspiro pronto se hizo voz de muchos. La letra de molde acusó recibo y la maquinaria se puso en marcha.
Los exegetas recurrirían al francés para pedir prestada la palabra clivaje; los unos y los otros lucharían por el cambio o por la permanencia. Por el interior o por la capital. Del resultado de la batalla nadie tiene noticias. O quizás sí. Lo cierto es que la soledad, otrora tentadora, se convirtió hoy en el síndrome de quienes son gobierno.
Es justamente esa soledad, la que dio el triunfo al supuesto modelo que dicen encarnar. Pero es la misma soledad la que nos parió a todos los argentinos. Pero esa es otra historia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente exquisito!

volviste y seras perdonado o seras pinguino!!

igual dejame que lo vuelva a leer.. porque esta cruda, desgarrante descripcion mia tuya y de aquellos que se esconden atras de una vieja pancarta....merece ser releida y analizada

clap
clap!!

Yo? argentino!!

ŦяąЍ dijo...

Me llama la atención la falta de sorpresa. O no.